Preguntas, preguntas y más preguntas.
Es sabido que una charla o discusión filosófica —o, en general, la misma filosofía— comienza con una pregunta. Pero claro, las preguntas filosóficas no pertenecen a esa clase de cuestiones que se resuelven acudiendo a un diccionario o a una enciclopedia —sea en papel u online—. No, las preguntas filosóficas no se responden en cinco minutos ni definitivamente; a diferencia de las respuestas de tipo científicas, las respuestas a las que se llega en filosofía no dicen lo que el objeto de la pregunta es, sino lo que éste puede ser con la mayor certeza posible.De manera que el camino habitual de la charla filosófica consiste en plantear la pregunta y analizarla bajo distintas perspectivas, con el objetivo de exponer los supuestos y las afirmaciones implícitas. Un largo camino, sin dudas, en el que nunca se sabe la dirección correcta e, incluso, de si la hay. Esta es una de las características del pensar.
No resulta sorprendente, entonces, que al final de la charla se termine con muchas más preguntas que con las que se comenzó. Es una situación desconcertante, porque por un lado se siente el placer del ejercicio intelectual, pero por el otro queda un gusto amargo ante la falta de respuestas ciertas y la sospecha de haber perdido el tiempo ante la —aparente— inutilidad de todo ese preguntar y re-preguntar.
Un poco como le pasaba a Hans Castorp:
¿Qué es el Tiempo? Un misterio sin realidad propia y omnipotente. Es una condición del mundo fenomenal, un movimiento mezclado y unido a la existencia de los cuerpos en el espacio y a su movimiento. Pero ¿habría tiempo si no hubiese movimiento? ¿Habría movimiento si no hubiese tiempo? ¡Es inútil preguntar! ¿Es el tiempo función del espacio? ¡Es inútil seguir preguntando! El tiempo es activo, produce. ¿Qué produce? Produce el cambio. El ahora no es el entonces, el aquí no es el allí, pues entre ambas cosas existe siempre el movimiento. Pero como el movimiento por el cual se mide el tiempo es circular y se cierra sobre sí mismo, ese movimento y ese cambio se podrían calificar perfectamente de reposo y de inmovilidad. El entonces se repite sin cesar en el ahora, y el allí se repite en el aquí. Y como, por otra parte, a pesar de los más desesperados esfuerzos, no se ha podido representar un tiempo finito ni un espacio limitado, se ha decidido creer que el tiempo y el espacio son eternos e infinitos con la esperanza de conseguir una explicación un poco más perfecta. Pero al establecer el postulado de lo eterno y de lo infinito, ¿no se destruye lógica y matemáticamente todo lo finito y todo lo limitado? ¿No queda todo reducido a cero? ¿Es posible una sucesión en lo eterno? ¿Es posible una superposición en lo infinito? ¿Como poner de acuerdo estas hipótesis auxiliares de lo eterno y de lo infinito con los conceptos de distancia, movimiento y cambio? ¿No queda más que la presencia de los cuerpos en el universo? ¡Es inútil preguntar!Thomas Mann, La montaña mágica, Barcelona, Ediciones G.P., 1972, comienzos del tomo II.
6 Sofismas:
Saludos Sofista, sólo chequeaba los mensajes de Libros G y encontré este blog en el caos de letras. Con respecto a la filosofía y sus preguntas, por falta de tiempo sólo quería agregar una tarea de la filosofía (para G Deleuze la que define la filosofía como figura del pensamiento) que consiste en la creación de conceptos, ya habrá tiempo para otros comments.
Saludos,
Hola Danez, gracias por participar. La propuesta de Deleuze me parece interesante (según recuerdo D. decía que el pensamiento piensa lo posible, y cuando piensa lo existente produce una figura) porque al menos entiende a la filosofía como una fuerza creadora —y no meramente una tarea regulativa como en el positivismo lógico y en general en el mundo sajón—, y esto dicho en una época en que la filosofía parece haber entrado en una gran zona de sombra. Ciao,
No recuerdo haber leído una frase similar, pero es verosímil, si es ciertoque Deleuze (y Guattari con él) propone una idea de la filosofía como una actividad que, junto con el arte y la ciencia, consiste en una manera de enfrentar el caos, haciendo surgir conceptos sobre un plano atravezado por los movimientos infinitos del caos, indentificando zonas de intensidad allí donde emerge un acontecimiento... Una propuesta al menos estimulante.
Hola Danez, no es una cita textual, es algo que recordaba de años atrás, pero te debo la referencia —vaya uno a saber dónde leí eso. No leí gran cosa de Deleuze, pero no me suena a disparate, de otra manera no lo hubiera escrito; en este comentario no quería hacer ficción. Ciao.
Desde mi punto de vista, las preguntas forman parte de lo humano, de nuestra curiosidad intrinseca. Lo complicado es asimilar que hay preguntas que aunque tengan respuesta, muy a mi pesar nuestro, nunca podran ser respondidas por los ojos y la mente de un humano. El universo es eterno, nosotros por otro lado efímeros. Con ello no quiero decir que las respuestas no existan, simplemente quiero decir que posiblemente nunca esten en nosotros esas respuestas.
CüBûS: No me gustan las comparaciones entre el universo y el hombre, porque a mi modo de ver llevan a establecer oposiciones falsas, en tanto que el hombre está incluido en el conjunto del universo. Por decirlo así, vemos al universo desde adentro, nunca desde afuera como un todo objetivo. Eso por un lado.
Por el otro, creo que todas las preguntas tienen respuestas, pero hay preguntas que no pueden ser respondidas en todos los ámbitos. Por ejemplo, si entendemos que la ciencia es una actividad cuyo resultado es el conocimiento —en sentido fuerte—, entonces claramente hay preguntas que no tendrán una respuesta con valor cognoscitivo; todas las epistemologías, de una u otra manera, distinguen entre las preguntas correctas e incorrectas por medio de un criterio de demarcación. Sin embargo esto no significa que las preguntas descartadas por la ciencia no puedan ser respondidas desde una óptica metafísica, religiosa o psicológica. Las convicciones metafísicas son tan importantes como las respuestas cognoscitivas, incluso pueden ser más básicas: la creencia en el orden del universo, en la regularidad de los sucesos, en la racionalidad subyacente a la realidad, etc.; o también las convicciones religioso-psicológicas: hay gente que vive temerosa y sólo la creencia en un dios personal les permite seguir adelante.
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