Un museo de monstruos marinos ficticios (7)
Los europeos, desde la más remota antigüedad hasta bien pasado el Renacimiento, creían que había una gran variedad de bestias extrañas en el mundo, viviendo en los océanos, en los lejanos rincones del mundo o en el sótano de sus vecinos. Si proyectamos la imaginación hacia un futuro posible: ¿qué clase de monstruos turbará la mente de los futuros exploradores espaciales? No creo que estemos en condiciones razonables de poder anticiparlo. Quizás, incluso la misma idea de la exploración espacial sea monstruosa.En una serie anterior, recorrimos en 22 pasos un museo de monstruos ficticios. Esta vez nos toca aprender sobre los monstruos marinos que inquietaban a quienes se internaban en las profundidades del océano. Los marinos contemporáneos de Colón no pensaban, en contra de lo que se cree popularmente, que navegarían hasta dar con el borde exterior de la Tierra. Sin embargo, estaban atemorizados por lo que podrían encontrar durante sus viajes. Su concepción de la vida marina se alejaba bastante de la realidad y comprendía desde suposiciones poco exactas sobre el comportamiento de las especies conocidas hasta representaciones imaginarias de animales que podían existir.
Año: 1843.
Científico: George Richardson.
Artista: George Nibbs.
Publicado por primera vez en: Geology for Beginners.
Publicación actual: Scenes from Deep Time: Early Pictorial Representations of the Prehistoric World de Martin J.S. Rudwick, y Fossil Revolution de Douglas Palmer.
Según el encabezamiento de la publicación original, este dibujo muestra a "un ictiosaurio a punto de devorar un pescado; un plesiosaurio, que ha atrapado un pterodáctilo, o reptil volador, por una de las alas; además de cocodrilos y caimanes apostados en las orillas. Algunas tortugas terrestres y marinas merodean en los bancos, mientras que en las aguas de este océano primigenio abundan los corales, caracolas, crustáceos y peces propios de ese peculiar período de la historia de la naturaleza". Aunque el aspecto del plesiosaurio lo asemeja a un dragón, la escena es mucho menos apocalíptica que otras representaciones de la vida prehistórica realizadas en el siglo XIX: el dibujo es optimista, excepto quizá para la pobre criatura que está siendo devorada.
Fuente: Strange Science (en inglés).
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