miércoles, enero 09, 2008

Platonismo y cubismo. Dos visiones geométricas acerca del todo

La primera visión, la platónica, es bastante conocida. Surge de manera directa de Platón, Timeo 33 b al 34 b, y puede enunciarse así:
La forma del cosmos —esto es, una concepción del mundo como algo finito y limitado, contrapuesta al universo newtoniano, infinito e ilimitado— es una esfera perfecta y todo el movimiento de los astros debe ser descompuesto en círculos perfectos y a una velocidad uniforme.
El programa platónico mantuvo, con altibajos, vigencia durante veinte siglos y limitó la tarea de los astrónomos a diseñar sistemas geométricos en los que las irregularidades —observables pero no reales, esto es, irregularidades aparentes— de los movimientos planetarios se redujeran a movimientos regulares en círculos perfectamente regulares —para Platón estos últimos son los movimientos reales—.

Así, a partir de Eudoxo fueron surgiendo dispositivos geométricos como las esferas celestes, los deferentes, los epiciclos, las excéntricas y los ecuantes.

La segunda visión corresponde a un movimiento pictórico conocido bajo el nombre de cubismo. Pero no voy a ser yo quien la describa, sino Arthur Koestler, quien será también el que trace un paralelo iluminador entre ambas visiones geométricas. Sólo quisiera mencionar que en su Manifiesto Cubista, G. Apollinaire clamaba por un arte basado en formas geométricas puras, tanto como Platón llamaba a explicar el cosmos a partir del círculo perfecto, una forma geométrica pura:
En 1907, simultáneamente con la exposición conmemorariva de Cézanne en París, se publicó una recopilación de cartas del maestro. Un párrafo de una de ellas decía: "En la naturaleza, todo ha sido modelado a partir de la esfera, el cono y el cilindro. Hay que aprender a basar la propia pintura en esas figuras sencillas y a apartir de ellas conseguir todo lo que se desee." Y más adelante: "Se debe tratar la naturaleza reduciendo sus formas a cilindros, esferas y conos, todo ello puesto en perspectiva, es decir, que cada lado de un objeto, cada plano, debe dirigirse hacia un plano central."

Este manifiesto se convirtió en el evangelio de una escuela pictórica conocida bajo el engañoso nombre de "cubismo". La primera pintura "cubista" de Picasso [en la imagen: Les Demoiselles d'Avignon] estaba constituida enteramente a base de cilindros, conos y círculos, mientras que otros miembros de aquel movimiento veían la naturaleza en términos de cuerpos angulares, pirámides, paralelepípedos y octaedros.


Pero, pintaran en términos de cubos, cilindros o conos, el objetivo declarado de los cubistas era reducir cualquier objeto a una configuración de sólidos geométricos regulares. El rostro humano no está formado por sólidos regulares en mayor medida que las órbitas de los planetas están constituidas por círculos regulares; pero en ambos casos es posible "salvar los fenómenos": en el cuadro de Picasso
Femme au miroir, la reducción de los ojos y el labio superior de la modelo a un entrecruzado de esferas, pirámides y paralelepípedos despliega la misma ingeniosidad e inspirada exaltación que las esferas de Eudoxo girando dentro de otras esferas. [54]

Es desalentador imaginar qué le hubiera ocurrido a la pintura si el manifiesto cubista de Cézanne se hubiese convertido en un dogma, como le sucedió al manifiesto "esferista" de Platón. Picasso se hubiese visto condenado a seguir pintando cuencos cilíndricos cada vez más elaborados hasta sus últimas consecuencias; y los talentos menores no hubieran tardado en descubrir que es más fácil salvar los fenómenos con regla y compás sobre papel milimetrado bajo una luz de neón que enfrentarse con las dificultades de la naturaleza. Afortunadamente, el cubismo fue sólo una fase pasajera porque los pintores son libres de elegir su estilo; pero los astrónomos del pasado no lo eran. El estilo en que se presentaba el Cosmos tenía como hemos visto, una relación directa con las cuestiones fundamentales de la filosofía; y más tarde, durante la Edad Media, adquirió una relación con la teología. Dos mil años duró la maldición del "esferismo" que el hombre había lanzado sobre la visión del Universo.
de Arthur Koestler, Los sonámbulos, Barcelona, Biblioteca Científica Salvat, 1986, Tomo I, pp. 53-54. En el texto se dice "salvar el fenómeno", entiendo que el plural de la expresión describe de manera más fidedigna la tarea de los astrónomos, pues éstos tratan con múltiples cuerpos celestes.

Koestler sobre Pitágoras.