martes, enero 08, 2008

Cómo observar satélites artificiales (4)

Uno de los primeros problemas que hay que aprender a resolver en la observación de satélites es qué objetos estoy en condiciones de observar (*).

El primer paso es establecer el grado de contaminación lumínica aproximado que sufre el cielo de tu zona. Con esta utilidad (en Flash) podemos comparar de manera visual la cantidad de estrellas que vemos en la constelación de Orión, el cazador —la constelación más grande y brillante del cielo (en la imagen)—, y las que nos muestra el programa. En mi zona, por ejemplo, a simple vista puedo ver hasta estrellas de la cuarta magnitud y, en una noche con cielo muy despejado, algunas de la quinta. En cambio, un observador situado en el medio de la ciudad de Buenos Aires es poco probable que pueda observar estrellas más allá de la tercera magnitud; en lugares abiertos, como en el campo, es posible ver hasta la sexta magnitud, pero la séptima sólo en condiciones excepcionales. Aviso que llevar el desplazador del programa hasta la séptima magnitud puede generar una depresión profunda, pues son muchísimas las estrellas mostradas y que los habitantes de la ciudad no podemos observar. Dan ganas de mudarse. Supongo que así serían los cielos de la edad media y antigua.

Pero con esto no nos alcanza, porque la escala de contaminación lumínica es sólo una medida aproximada. Además, como el atardecer es un proceso gradual, es útil tener una medida más fina para saber a partir de qué momento es posible observar un satélite de, digamos, magnitud 3,8. La solución está ante nuestros ojos y consiste en comparar la magnitud del satélite con la magnitud de las estrellas observables en ese momento: como es obvio, si sólo puedo ver estrellas hasta magnitud 2,2 difícilmente podré ver un satélite de magnitud 3,8.

El punto débil de este método es que supone que el observador reconoce a muchas de las estrellas del cielo y que, además, sabe sus magnitudes. Esto es esperable en observadores con mucha experiencia pero es poco práctico para los que recién se inician. De manera que lo mejor es establecer un modelo de comparación, que restrinja el número de estrellas conocidas a la menor cantidad posible. Este es el segundo paso.

La constelación de Orión, otra vez, viene en ayuda nuestra (en la imagen de abajo, clic en la imagen para ampliarla): es fácilmente reconocible y cuenta con estrellas de magnitud variada. Tanto Rigel como Betelgeuse son estrellas de primera magnitud; Bellatrix —al oeste de la roja Betelgeuse— está un escalón más abajo: 1,6; Mintaka, la estrella más débil de las tres del cinturón —la que está más al oeste y más cerca del horizonte según mi perspectiva— tiene una magnitud de 2,2, mientras que Hatysa, la estrella más brillante de la espada, es un poco más oscura: 2,75. Las magnitudes de estas estrellas son útiles como punto de partida: si no vemos la espada de Orión, por ejemplo, serán muy pocas las expectativas de llegar a observar un satélite con magnitud 3,8.


Pero la comparación no termina aquí, porque es posible afinarla un poco más cuando tomamos en cuenta el escudo de Orión, el arco que se abre al noroeste de Bellatrix: es un grupo de seis estrellas —de las cuales, por lo general, puedo ver sólo tres—, con magnitudes que varían entre los 3,6 —Tabit— y 4,5. En consecuencia, para tener buenas chances de observar un satélite de magnitud entre 3,6 y 4,5 será necesario observar, como mínimo tres de las estrellas del escudo de Orión.

Sin embargo, tomen en cuenta que la comparación propuesta es una guía aproximada y que el cielo no ofrece una visibilidad uniforme. Por ejemplo, el satélite con menor magnitud que vi hasta ahora corresponde al cuerpo principal del cohete impulsor del Cosmos 2082, con magnitud 4,4: pero no lo vi cuando apareció, según las predicciones, a una altura de 10° W, sino recién cuando llegaba al cenit —esto es, al punto del cielo justo por encima mío—. Así, aunque un satélite tenga una magnitud menor a la estrella más débil observable, si pasa por el cenit, entonces hay buenas probabilidades de observar como mínimo un segmento de su trayectoria.

Nota sobre las imágenes: La primera imagen de Orión —copiada de esta página— representa las estrellas tal como se ven en el hemisferio norte y que dieron origen a la figura. La segunda imagen corresponde a una carta estelar correspondiente al hemisferio sur, donde la figura del cazador se ve patas para arriba —carta copiada de Sur Astronómico, una página recomendable sobre astronomía—.

(*) Vean la primera entrada de la serie para una introducción general al tema.