Un museo de dinosaurios y dragones (34)
Menospreciados en Occidente y reverenciados en Oriente, los dragones han tenido una larga historia en la mitología humana. ¿Cómo se inició el mito? Nadie sabe la respuesta exacta, pero probablemente algunos huesos de "dragones" pertenecieron a animales que se extinguieron hace mucho tiempo, como los dinosaurios en algunos casos o a fósiles de mamíferos, en otros. A principios del siglo XIX los científicos comenzaron a encontrar una nueva clase de monstruo, uno que se había extinguido decenas de millones de años antes que los primeros seres humanos evolucionaran. Debido a que los primeros fragmentos hallados se parecían a los del lagarto, los paleontólogos dieron por supuesto que habían encontrado lagartos gigantes. Sin embargo, otros huesos pusieron al descubierto animales que no se parecían en nada a los actuales. ¿Convivieron estos lagartos terribles con los seres humanos? No. Aunque algunos partidarios del creacionismo afirman que los dragones medievales eran, en realidad, dinosaurios que sobrevivieron hasta la modernidad, dicha opinión no cuenta con el apoyo de ningún científico respetable.Año: 1593.
Científico / artista: Adam Lonitzer.
Publicado por primera vez en: Herbal.
Publicación actual: "Wonderful Secrets of Nature", de Kathleen Crowther-Heyck, en la edición de Junio 2003 de Isis.
Podría decirse que las cigüeñas y las serpientes representadas en la literatura del Renacimiento y la Reforma —en la que se combinaba una pizca de observación con grandes dosis de moralización— son parientes lejanos de los dinosaurios. El libro de Lonitzer mostraba la utilidad multifacética de estas aves. Por una parte, las cigüeñas tenían una cría por año "de forma que los señores del lugar en el cual dichas aves anidaban y se reproducían podían contar con las plumas como un tributo e impuesto, o como un diezmo". Pero aún mejor, las cigüeñas odiaban a las serpientes y, en consecuencia, las mantenían alejadas de los seres humanos. Como si las serpientes no fueran lo suficientemente repugnantes, esta pequeña serpiente tenía una cresta en su cabeza, una reminiscencia de la altanería del gallo. Nadie debe olvidar —y los los lectores de Lonitzer lo tenían presente— quién había tentado a Eva a comer la manzana.
Fuente: Strange Science (en inglés).
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