miércoles, enero 21, 2009

Un museo de monstruos marinos ficticios (37)

Los europeos, desde la más remota antigüedad hasta bien pasado el Renacimiento, creían que había una gran variedad de bestias extrañas en el mundo, viviendo en los océanos, en los lejanos rincones del mundo o en el sótano de sus vecinos. Si proyectamos la imaginación hacia un futuro posible: ¿qué clase de monstruos turbará la mente de los futuros exploradores espaciales? No creo que estemos en condiciones razonables de poder anticiparlo. Quizás, incluso la misma idea de la exploración espacial sea monstruosa.

En una serie anterior, recorrimos en 22 pasos un museo de monstruos ficticios. Esta vez nos toca aprender sobre los monstruos marinos que inquietaban a quienes se internaban en las profundidades del océano. Los marinos contemporáneos de Colón no pensaban, en contra de lo que se cree popularmente, que navegarían hasta dar con el borde exterior de la Tierra. Sin embargo, estaban atemorizados por lo que podrían encontrar durante sus viajes. Su concepción de la vida marina se alejaba bastante de la realidad y comprendía desde suposiciones poco exactas sobre el comportamiento de las especies conocidas hasta representaciones imaginarias de animales que podían existir.

Fecha: Siglo XIII.
Publicado por primera vez en: Beastiary now housed in the Bodleian Library, Oxford.
Publicación actual: Nature and Its Symbols, de Lucía Impelluso y Stephen Sartarelli.

Una leyenda que circulaba entre los europeos medievales era que las ballenas podían simplemente abrir la boca y emitir una dulce fragancia (entiéndase, dulce para un pez). Los desventurados peces nadarían directamente hacia la trampa. Los narradores de cuentos, que jamás perdían la oportunidad de extraer una moraleja, señalaron que el diablo podía atrapar de una manera similar a los desdichados buscadores de placeres.

Fuente: Strange Science (en inglés).

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