lunes, diciembre 22, 2008

Un museo de monstruos marinos ficticios (10)

Los europeos, desde la más remota antigüedad hasta bien pasado el Renacimiento, creían que había una gran variedad de bestias extrañas en el mundo, viviendo en los océanos, en los lejanos rincones del mundo o en el sótano de sus vecinos. Si proyectamos la imaginación hacia un futuro posible: ¿qué clase de monstruos turbará la mente de los futuros exploradores espaciales? No creo que estemos en condiciones razonables de poder anticiparlo. Quizás, incluso la misma idea de la exploración espacial sea monstruosa.

En una serie anterior, recorrimos en 22 pasos un museo de monstruos ficticios. Esta vez nos toca aprender sobre los monstruos marinos que inquietaban a quienes se internaban en las profundidades del océano. Los marinos contemporáneos de Colón no pensaban, en contra de lo que se cree popularmente, que navegarían hasta dar con el borde exterior de la Tierra. Sin embargo, estaban atemorizados por lo que podrían encontrar durante sus viajes. Su concepción de la vida marina se alejaba bastante de la realidad y comprendía desde suposiciones poco exactas sobre el comportamiento de las especies conocidas hasta representaciones imaginarias de animales que podían existir.

Año: 1817.
Publicación actual: Monsters of the Sea de Richard Ellis.

"El lunes y martes por la mañana fue vista una serpiente jugando alrededor del puerto entre Eastern Point y la isla Ten Pound. La cabeza y el cuerpo de la criatura sobresalían unos 2,5 m del agua, tenía la cabeza perfectamente formada y tan grande como la de un caballo, además se estima que el cuerpo medía entre 13 y 15 m de largo". Así se leía en un volante impreso en Boston acerca de un monstruo marino avistado en Gloucester, Massachusetts, en 1817. El dibujo, realizado en ese entonces, muestra al presunto monstruo marino (ver una imagen mucho más grande). Numerosos testigos oculares fueron a la costa para presenciar las travesuras de la serpiente marina y unos niños encontraron lo que se creyó en un principio era un vástago de la criatura. Sin embargo, un naturalista especializado en reptiles dictaminó que la cría de la serpiente marina era en realidad una culebra deformada.

Fuente: Strange Science (en inglés).

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