El mito del científico
El filósofo británico
Simon Blackburn presenta críticamente
diez mitos modernos, entre los que se cuentan el mito del significado, el de la creencia religiosa, el del científico, el de la democracia, el de la cultura, el del respeto igualitario. Traduzco uno de ellos y, a continuación, una aclaración, porque a juzgar por los comentarios de los lectores, este mito fue bastante mal comprendido:
El mito del científico
La afirmación de que hay una maestría o habilidad, ciencia, y que la gente que es buena en ella merece mucha atención. Esto es casi totalmente falso. No hay tal cosa como un científico, y es una vergüenza que William Whewell, un filósofo algo incompleto —aunque un hombre de Cambridge—, inventara el término. Sólo hay biólogos, químicos, físicos, matemáticos, etc. Pueden ser gente muy brillante, pero en el momento en que uno de ellos sale uno o dos milímetros de su especialidad, no son mejores que el resto de nosotros.
Problemas como la aftosa, la temperatura global o los tejones, para nombrar sólo tres, necesitan distintos paquetes de habilidades, suponiendo que haya que tenerse uno. Con mayor razón, no debe haber tal cosa como el científico del gobierno. Una versión de este mito es que algo llamado ciencia es una actividad auto-sustentada y auto-gobernada con una virtud particular, se dedica únicamente a la verdad. Esto ignora la enorme proporción de científicos-físicos que trabajan para el mal llamado Ministerio de Defensa y los científicos-biólogos que trabajan para las grandes compañías farmacéuticas, intentando conseguir patentes sobre drogas que hacen poco por la carga de la enfermedad en el mundo pero que pueden ser vendidas a los ricos. Los científicos tienen una respuesta estándar cuando deben confrontar con esos hechos desafortunados, la que afirma que la crítica debe ser alguna clase de relativismo. Este es un término berkeliano: nadie sabe qué significa, pero todos saben que es malo.
La idea aquí no es negar que los científicos puedan hacer una contribución valiosa al discurso público, sino atacar la noción de que de alguna manera la contribución de los científicos es sacrosanta o particularmente privilegiada por la única virtud de ser científicos. Esto es, S. Blackburn hace explícita la presencia de una forma atenuada de la falacia de apelación a la autoridad, que parece haberse introducido subrepticiamente en el discurso público. Por supuesto, los científicos tienen una autoridad significativa fuera de su especialidad, pero esto no les exime de presentar su opinión clara y rigurosamente. No hace ningún bien que la gente acepte el discurso del científico con un "bueno, debe saber de lo que está hablando, después de todo es un científico" —reemplácese "científico" por la especialidad que corresponda—.
2 Sofismas:
Cierto, un científico, como humano que es, puede equivocarse, por lo que no es adecuada la total aceptación de lo que dice.
Pero eso no significa que la declaración de un científico en su especialidad y la de aquel que no lo es tengan que tener la misma aceptación. Los años de estudio cuentan.
Exacto, en lo que respecta a su especialidad debe ser juzgado por sus pares —aunque hay aspectos de la investigación y de la aplicación del conocimiento que está sujeto a legislación, como cualquier mortal—.
Relacionado con este tema, hay una entrada de hace unos meses que define la estrategia de algunos científicos en la disputa con los creacionistas. La dirección es:
http://elsofista.blogspot.com/2008/01/dawkins-debate-y-estrategia-con-el.html
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