Acerca de mitos y mapas
...En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisfacieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.Acerca de este mito transmitido por Jorge Luis Borges —lo llama Del rigor de la ciencia—, comentaban en la academia sofista:
J. A. Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes,
libro cuarto, Capítulo XLV, Lérida, 1658.
En aquel ignoto imperio entendían como Platón que comprender con rigor el mundo consiste en duplicarlo; pero a diferencia del divino geómetra, la duplicación debía hacerse punto por punto y no idealmente. Una copia fidedigna del mundo no consiste en construir una red conceptual, por cuanto ésta necesariamente será más pobre —una simple sombra— pues hay más entidades en el universo que términos para describirlos; tampoco se resuelve el problema con una copia reducida a escala, puesto que al modificarse las dimensiones de los objetos se vuelve imposible la descripción de algunas de sus características. En definitiva, aquellos sabios cartógrafos entendieron que no había otra alternativa más que reproducir punto por punto todos los objetos del mundo junto con la totalidad de sus características; el mundo sólo puede comprenderse si se lo refleja con afán extremo de exactitud —esa creencia se deduce del mito— y a esa tarea se abocaron con la mayor diligencia y el más grande de los rigores.
Sin embargo, como nosotros sabemos, no sólo el mapa debe actualizarse constantemente para permanecer fiel a un mundo siempre cambiante —Parménides, por naturaleza, es incapaz de atrapar al escurridizo Heráclito—, sino que también es un procedimiento ilusorio, por cuanto la manera en que percibimos el mundo no es por asociaciones de puntos atómicos sino por patrones cada vez más perfeccionados. Se comprende así que la tarea de los cartógrafos debe terminar necesariamente en un fracaso.
No obstante, la pregunta que desde entonces permanece sin respuesta —la clave del mito—, es si nosotros habitamos el mundo cartografiado o si, como los mendigos del mito, somos los herederos del fracaso vagando sin consuelo por las ruinas del mapa.
Aquí cesaron bruscamente los comentarios.
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