martes, julio 19, 2005

Consecuencias imprevistas

Leyendo las noticias, me encontré con un artículo titulado Perversos juicios por mala praxis, firmado por un médico, en el que opina sobre el tema de las demandas por mala praxis:
Cuando se inicia una demanda legal contra un médico se produce un verdadero ataque a la idoneidad, a la moral y al esfuerzo de años que involucra abrazar con vocación esta carrera. A partir de ese episodio, un médico actuará con miedo, pensando siempre en las posibilidades de verse involucrado en una demanda; cada vez que atienda a un paciente pondrá en la balanza el accionar médico y el probable juicio que le acecha. Y sin dudas el perjudicado será el paciente, porque la claridad y la libertad necesarias para ordenar los pensamientos de diagnóstico y tratamiento lo llevarán a un mayor conservadurismo intelectual, más como defensa que como impulso del bienestar y la eficacia para el enfermo.
—A mí no me parece un buen planteo del problema. No en esos términos —me comentaba uno de mis amigos sofistas.
—¿Por qué no? Yo entiendo que es razonable creer que un profesional que conoce por experiencia propia los innumerables infortunios que causa una demanda —justificada o simplemente oportunista, eso no viene al caso ahora— vaya a pensarlo dos veces antes de realizar un acto médico. Es una actitud francamente defensiva, pero en razón de las circunstancias tiene todas las apariencias de ser una conducta juiciosa.
—No lo creo. Fijate que a partir de aquel razonamiento un paciente —si se guía por el legítimo interés de lograr la mejor atención médica posible— podrá sentirse autorizado a dejar de consultar a todos aquellos médicos que hayan sido demandados por mala praxis, por la sencilla razón de que un médico demandado ya no estará en condiciones de brindarle la mejor atención posible. Porque eso es lo que dice el párrafo citado.
—¿Cómo es eso?
—Básicamente el paciente hace el mismo razonamiento, pero lo recorre en sentido inverso. En consecuencia, si todos los pacientes actuaran de la misma manera, un médico demandado, por ese solo hecho, no podría seguir trabajando por falta de pacientes.
—Entiendo, el razonamiento lleva a situaciones casi paradojales. Entonces, como decías, no es una manera efectiva de defender a la profesión.
—Es claro que no. El problema del razonamiento es que generaliza; realiza juicios sobre un conjunto de personas —una profesión, en este caso— en vez de hablar sobre individuos. Habla como si estuviera enunciando una ley, tan fuerte es la conexión que establece entre la demanda, la actitud del médico y la pérdida de calidad en la atención del paciente. No hay medias tintas, no hay margen para otras acciones. Sin embargo, cada uno de esos individuos —los médicos de carne y hueso a los que el articulista evitó referirse— de hecho reacciona de distintas maneras frente a un episodio, puede elegir otra actitud a la defensiva, ya que no es de ninguna manera contradictorio. La elección depende de los criterios con los que un profesional toma sus decisiones. Es una actitud pragmática en vez de normativa.
—Además, tampoco dice qué ocurre cuando un médico demanda a otro.
—Ajá, parece que estás aprendiendo: perversos juicios por mala praxis de la facultad de razonar.