El árbol de la vida, al 2006.
Probablemente hagan falta varios siglos más para terminar de dibujar el árbol de la vida. Por un lado, hasta ahora sólo se ha descubierto una pequeña fracción de todas las especies que hay en la Tierra —quizás un diez por ciento—; por el otro, los científicos están tratando de identificar, a partir del estudio del DNA, las relaciones entre las especies descubiertas. Pero sólo cuentan con secuencias de DNA de pocas especies y, en muchos casos, el DNA proviene de un único gen, lo que podría inducirlos a clasificaciones erróneas.Imagen ampliada (1,3 MB).
Una rápida interpretación del árbol. Comienza en el centro del círculo. El punto central representa al último antepasado común de todos los seres vivientes del planeta. Del árbol brotan tres ramificaciones profundas, que abarcan todas las especies estudiadas. Estas ramificaciones profundas se conocieron en los años 70, y se denominan reinos. La especie humana pertenece al reino rojo de las eucariotas, junto con las plantas, los hongos y los protozoarios. Las bacterias (en azul) —procariotas, organismos unicelulares sin un núcleo protegido— y los archaea (en verde) —también procariotas, difieren de las bacterias en sus procesos metabólicos— constituyen los otros dos reinos.
Estos linajes probablemente se separaron muy pronto en la historia de la vida. Los fósiles de las bacterias, muy parecidos a las bacterias vivas actuales, tienen una antigüedad de por lo menos 3.400 millones de años. Algunos linajes se convirtieron en multicelulares mucho más tarde, y algunas algas se hicieron macroscópicas hace apenas dos mil millones de años.
La longitud de las ramificaciones del árbol representa la así llamada distancia genética. Cuanto más larga es la ramificación, más substituciones se han acumulado en sus genes. Como los genomas provienen de especies vivas, todas las ramificaciones comparten el mismo período del tiempo. El hecho de que algunas ramificaciones son largas y otras cortas significa que algunos linajes han evolucionado más que otros. Muchas fuerzas pueden alargar la distancia genética. Una especie puede reproducirse rápidamente o puede tener una vida propensa a adquirir más mutaciones que otra. El corte en la ramificación de las bacterias representa un segmento eliminado, a fin de facilitar la visualización del esquema.
La gran longitud de la rama de las bacterias subraya uno de los grandes significados del árbol: la diversidad que podemos ver a simple vista es sólo una pequeña parte de la diversidad genética de la vida. Los seres humanos y los hongos ocupan tan solo una parte pequeña del árbol —para orientarnos, nuestra especie está en las dos horas del reloj, al lado del chimpancé, la rata y el ratón—. En contraposición, grandes abismos evolutivos dividen a la bacterias. La diversidad de los microbios no dejó de evolucionar hace miles de millones. Los escherichia coli, por ejemplo, emergieron relativamente hace poco, especializándose en los intestinos de mamíferos y de pájaros.
Como señalan los científicos, el nuevo árbol de la vida pone en tela de juicio la manera tradicional en que los biólogos clasificaban los seres vivos en especie, género, familia, clase, phylum y reino. Muchos de estos grupos fueron creados en los siglos XVIII y XIX, cuando sólo se podía clasificar las especies a simple vista o con microscopios rudimentarios. Pero hay mucha diversidad bioquímica oculta en los seres vivos, que el nuevo árbol pone de manifiesto. Los científicos compararon la distancia genética entre los diferentes grupos. La separación genética de los animales en phyla diferentes es mucho menor que la separación genética de las bacterias que están en el mismo phylum. Si hoy se llevara a cabo una nueva clasificación basándose en la distancia genética, probablemente habría que retroceder los phyla de los animales a las clases.
Vía Corante (en inglés).
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