lunes, abril 25, 2005

Del uso y abuso de las citas

Un irónico y hasta cierto punto sarcástico, pero siempre interesante, artículo sobre las citas literarias y bibliográficas.
Cítame, que yo te citaré: éste parece ser uno de los mandamientos centrales de la colmena intelectual, cada vez más parecida a un intrincado laberinto de citas infinitas.
En el entendimiento de que citar es asumir la tradición, Gabriel Zaid clasifica y ejemplifica las citas según su uso o abuso manifiesto, según el caso. Primeramente, como muestras de lecturas exóticas —los autores de la periferia citan a los del centro cultural o metropolitanos, pero también éstos citan, aunque en menor medida, a los periféricos.

Luego le toca el turno a las citas abusivas, como las citas fuera de contexto, que transforman y recrean el texto original. La distorsión es la queja más común, pero también se abusa de las citas para disimular el vacío intelectual propio, o cuando se cita a los clásicos para presumir. Además, forman parte del abuso el plagio y otras maneras de escamotear o disminuir el mérito ajeno. Es cierto que la cita cumple la función de prueba científica, pero usada sin su espíritu tradicional se envicia como credencial de destreza de una técnica o, peor aún, como falso testimonio de lecturas. También los posmodernos tienen su mención: quienes anuncian la muerte del creador del texto no tienen inconveniente alguno en cobrar por la autoría de sus libros.

Por último, están las citas acumulables. Parecen tener un inocente comienzo en el deseo de ser citado por sus pares —a manera de prueba ontológica de la existencia académica— y termina convirtiéndose en la prueba de calidad y competencia de un autor en el mercado curricular, según el número de citas que genera. Y así se multiplican las citas innecesarias, el toma y daca del te cito si me citas, las menciones irrelevantes —como a la mecanógrafa— y la lista interminable de eternos co-autores.

Nota: Tiene cierta ironía citar a un artículo que ironiza tanto sobre los (ab)usos de las citas.